martes, 20 de marzo de 2018

Giro inesperado: el “abrazo” de las serpientes no asfixia


En 1994 el zoólogo estadounidense David Hardy propuso una controvertida teoría sobre la técnica constrictora que usan boas, pitones y otras serpientes para acabar con sus presas. En aquel momento la herpetología clásica se aferraba a la idea de que la defunción se producía lenta y agónicamente, por asfixia, así que cuando Hardy, al ver que de hecho que las presas morían en pocos minutos propuso su hipótesis alternativa, la ciencia establecida la desdeñó. Once años después y gracias a la dedicación de Scott Boback, un investigador del Dickinson College (Pensilvania, EE UU) y un viejo colega de Hardy, ya hay pruebas solidas de que es la obstrucción del riego sanguíneo a los órganos vitales lo que termina con las víctimas de las constrictoras.

Qué es la herpetologia?
                        

No solo es la poca predisposición de la comunidad científica lo que ha impedido hasta ahora llegar a esta afirmación. El abrazo de una serpiente enorme y la desesperación de morir ahogado (o incluso la posibilidad de perder el conocimiento para recuperarlo ya dentro del ofidio) son imágenes terribles que despiertan un miedo instintivo y que por tanto son difíciles de cambiar. No ayuda tampoco el hecho de que para llegar a cualquiera que sea la conclusión haya que observar empíricamente este desagradable mecanismo.
                                

Según explica el estudio, publicado por The Journal of Experimental Biology, los científicos midieron la presión sanguínea de varias ratas vivas pero anestesiadas en el momento de ser constreñidas. “No era algo que nos tomásemos a la ligera y queríamos asegurarnos de que los animales no experimentasen ni dolor ni sufrimiento”, cuenta Scott Boback. Así, él y su equipo, formado por sus colegas Emmet Blankenship y Patrick McNeal, y tres estudiantes, insertaron electrodos de electrocardiograma y catéteres para medir la presión sanguínea en el cuerpo de los roedores, para luego anestesiarlos y ofrecérselos a una boa hambrienta. Afortunadamente para las ratas, y para el equipo también, observaron que la circulación se paraba en cuestión de segundos.

                             

Boback recuerda “estar en el laboratorio y que los estudiantes que estaban pendientes de los monitores no pudiesen creer que estuviera pasando todo tan deprisa. Vimos como la presión arterial bajaba y la venosa subía y que lo hacía en el mismo momento que la serpiente apretaba su abrazo”. Comprobaron cómo el riego se corta, el oxígeno deja de llegar a los órganos y el corazón lucha irregularmente unos últimos segundos. Boback sospecha que sin riego al cerebro cualquier animal atrapado en los anillos de una constrictor muere en cuestión de segundos, antes de que otros órganos vitales empiecen a fallar.

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